6 d’oct. 2010

TRUMAN CAPOTE

MISTRE JONES
Durante varios meses del invierno de 1945 viví en una pensión de Brooklyn.
No era un lugar sucio, sino una casa agradablemente amueblada, de vieja piedra arenisca, mantenida con limpieza de hospital por sus dueñas, dos hermanas solteras.
Mister Jones vivía en la habitación contigua a la mía. Mi cuarto era el más pequeño de la casa y el suyo el mas amplio y soleado, lo cual estaba muy bien, porque Mister Jones, jamás salía de él . Todo lo que necesitaba , era atendido por las maduras patronas. Y además , no le faltaban visitas.
Yo nunca entablé conversación con Mister Jones , lo cual ahora lamento. Era un hombre guapo, de unos cuarenta, esbelto, de pelo negro, y rostro distinguido; cara pálida y descarnada, pómulos salientes, y un lunar en la mejilla izquierda, un pequeño defecto carmesí en forma de estrella. Llevaba gafas con montura dorada y cristales oscuros como boca de lobo; era ciego , y también inválido; según las hermanas, el uso de las piernas le fue arrebatado por un accidente de la infancia, y no podía desplazarse.
Siempre iba vestido como si estuviera a punto de salir para una oficina en Wall Street. Sin embargo, como digo, nunca abandonaba sus dominios. Simplemente se sentaba en su alegre habitación , y recibía visitas y más visitas.
Mister Jones tenía teléfono. Era el único inquilino con línea particular. Sonaba constantemente, a menudo después de medianoche, y a horas muy tempranas, como las seis de la mañana.
Me mudé a Manhattan. Y algunos meses despues volví a la pensión para recoger una caja de libros que dejé allí guardados. Mientras las patronas me ofrecían té y pastas en su salón de cortinas de encaje, pregunté por Mister Jones.
Carraspeando, una de ellas dijo:
-Eso está en manos de la policía
La otra explicó
-Hemos dado parte como persona desaparecida...
-Qué raro... que un hombre totalmente ciego, un inválido paralítico...
Diez años pasan
Ahora es una tarde de Diciembre, con un frío de cero grados, y estoy en moscú. Viajo en un vagón del metro. Sólo hay otros pocos pasajeros . Uno de ellos es un hombre sentado frente a mí, que lleva botas, un abrigo grueso y largo y un gorro de piel de estilo ruso. Tiene ojos brillante y azules, como un pavo real.
Tras un momento de duda ,lo miro embobado porque aun sin las gafas oscuras, no hay equivocación sobre aquel rostro distinguido y descarnado , con sus pómulos salientes y el lunar rojo en forma de estrella.
Me dispongo a cruzar el pasillo y hablarle cuando el tren llega a una estación, y Mister Jones, sobre un par de espléndidas y robustas piernas, se levanta y sale del vagón.
Rápidamente , la puerta se cierra tras él.